Cultura callejera

Desde mi primera visita a Valparaíso quede fascinado con la ciudad. Es que dentro de ese aparente desorden en el que se mueve el puerto, hay un aire de magia que la hace una ciudad única. Lo más lindo es que por más que uno le ponga empeño, Valpo nunca se revela completamente, siempre hay algo por descubrir, un callejón, un rincón ajeno a todo. Parte de lo que me gusta es lo que podría entenderse como la democratización del espacio público que ahí se da, manifestado por ejemplo en la cantidad de murales y esténciles que tapizan las paredes y muros del puerto.

El arte de la calle en el que se desbordan las decepciones, las contingencias, la iconografía de una generación de porteños encantados con su ciudad, intransigentes a aquel dicho cartucho que dice que el que mancha pared y mesa da a conocer su bajeza. Podría decirse que en este caso da a conocer, su tristeza o su protesta.

En Honduras, el graffiti u otras manifestaciones callejeras relacionadas, están directamente vinculadas al mundo delictivo, al sub mundo de la mara. Pero aún bajo ese estigma, la tinta sobre la pared constituye un medio de comunicación público y gratuito, en el que se imprime el sentir y la visión de la ciudadanía.

Arriba rescato algunos de los esténciles que más me han gustado en el caminar por Valparaíso, con lo que implícitamente delato mi apoyo al intransigente peatón que gusta manchar pared y mesa.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Valparaíso ciudad de poesía, creo que Homero hubiera deseado tener ojos solo para saborear el orgasmo de sus subidas y bajadas coloreadas de sorpresas.
De noche hasta lo más pobre se viste de gala para presenciar la función de la bahía.
Dejó de ser espectadora para convertirse en espectáculo...amaría toda la noche para nacer en sus callejones vivos...