Sigue siendo igual, la misma histeria, el mismo caos, igual de injusta, igual de encantadora. Tegucigalpa, cerro de plata, cerro de historias. Claro está, la capital más pobre de Centroamérica, la menos poblada, la más vulnerable ahora cuenta con dos centros comerciales más y otros dos que vienen en camino; con esos ya sumarían cerca de seis. A todo esto, no existe un tan solo parque (contando que parque y plaza no es lo mismo) donde ir a estirar las patas.
En cada esquina un establecimiento de comida rápida, la mayor concentración de gasolineras que en ningún otro lugar he visto. De boulevard Morazán al boulevard Tío Sam, la yanquinización de la ciudad en apenas dos años es pavorosa, pero la pobreza sigue siendo la misma.
No queda de otra, para sobrevivir en esta ciudad hay que sumergirse, meterse en los recovecos de su memoria, maravillarse con su sutil gracia y acostumbrase al olor de las hamburguesas gringas.
Tegucigalpa sigue siendo la misma, peligrosa y atractiva de noche, fea y sin gracia de día, en fin, la puta encantadora de siempre.
0 comentarios:
Publicar un comentario